Federico Müggenburg
Los acontecimientos en gran parte del estado de
Michoacán, ya no sorprenden a nadie. Que suba o baje el Gobernador, que sea
apto o inepto, que una parte de la sociedad se convierta en delincuentes y otra
parte se proclame defensor de la sociedad, que el Obispo de los municipios más
afectados señale que se ha llegado a un nivel de delitos que nunca se había
padecido, incluso recibiendo amenazas de muerte, para él y sus sacerdotes
(algunos ya han sido secuestrados o asesinados), que el gobierno federal asuma
el “control” del gobierno estatal, con un delegado de seguridad, que a su vez
somete a los presidentes municipales o que en última instancia se firme un
acuerdo entre el Secretario de Gobernación con los “defensores de la sociedad”,
que usan armas prohibidas a los particulares y se conviertan en instituciones
“legalizadas”.
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